A partir de la aplicación de este nuevo modelo, se presentó un conflicto entre dos actores sociales involucrados:
La prosperidad del cultivo de soja transgénica benefició fundamentalmente a un segmento de productores agropecuarios pampeanos y contribuyó, incluso, a que muchos de los que ya se habían endeudado y se encontraban al borde de la quiebra pudieran recuperarse. Pero esta situación no afectó a todo el sector por igual. El negocio financiero de la soja se expandió sobre nuevos territorios, impulsándose el desplazamiento de productores marginales y comunidades indígenas y campesinas en diversas regiones del país.
La prosperidad del cultivo de soja transgénica benefició fundamentalmente a un segmento de productores agropecuarios pampeanos y contribuyó, incluso, a que muchos de los que ya se habían endeudado y se encontraban al borde de la quiebra pudieran recuperarse. Pero esta situación no afectó a todo el sector por igual. El negocio financiero de la soja se expandió sobre nuevos territorios, impulsándose el desplazamiento de productores marginales y comunidades indígenas y campesinas en diversas regiones del país.
Se produjeron procesos de concentración y centralización de capital en la agroindustria y un numero muy limitado de empresas fue adjudicándose la exclusividad en la provisión de semillas y otros insumos a los productores agropecuarios. Esto lleva a una creciente integración vertical en el interior del sistema agroalimentario. Como consecuencia, los productores agropecuarios(fundamentalmente los medianos y pequeños, pero también los campesinos) tienden a perder su autonomía de gestión, o sea, la capacidad para negociar en términos más favorables, precios, créditos, y otras condiciones de oferta para su producción. Esta pérdida de autonomía incluye una creciente dependencia por parte del productor no solo de la provisión de insumos y semillas, sino también de la semilla transgénica que fue difundida masivamente.
Una de las manifestaciones de la crisis lo constituyó la expulsión masiva de productores agropecuarios del sector, tanto que fue caracterizado como una “agricultura sin agricultores”.
Los “sobrevivientes”, en particular medianos y pequeños productores, se enfrentan con una serie de factores que inciden sobre la pérdida de su autonomía: la necesidad de comprar año tras año la semilla transgénica, así como también los agroquímicos correspondientes que la acompañan a las mismas empresas trasnacionales. La pérdida de la posibilidad de desarrollar opciones posibles, por falta de rentabilidad u otros factores aparece como otra de las consecuencias más importantes a considerar.
En conclusión, los cambios profundos que se han dado en el sistema agroalimentarios han disminuido, por no decir eliminado, la capacidad de decisión del productor agropecuario no sólo sobre su producción, sino sobre los insumos utilizados y las técnicas productivas desarrolladas. A ello se suma una pérdida del poder de negociación del precio de venta que tiene el productor frente a su proveedor de semilla y un desplazamiento de gran parte de los medianos y pequeños productores agropecuarios.
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